Porque nada queda oculto
Martes 18 de Marzo de 2025
17 marzo 2025 - 05:13
Esta fecha recuerda el ataque terrorista de 1992, que causó la explosión de la Embajada de Israel en la Ciudad de Buenos Aires. En el atentado murieron 29 personas, hubo 242 heridos y fueron dañadas viviendas vecinas, una parroquia, un hogar de ancianos y una escuela.
En un nuevo aniversario del atentado a la Embajada de Israel es vital recordar esta experiencia traumática para la sociedad argentina, que por primera vez en su historia vivió un ataque que la introdujo brutalmente en la agenda del terrorismo internacional. Dos años después, en 1994, se perpetró otro atentado: esta vez contra la sede de la AMIA. En él murieron 85 personas y más de trescientas resultaron heridas. Ambos hechos tuvieron lugar en la Ciudad de Buenos Aires.
Comprender este tipo de acontecimientos es una tarea compleja que requiere no solo analizar información sino también reflexionar desde un posicionamiento ético sobre los valores que como humanidad consideramos relevantes para la vida en común.
¿Cómo procesar hechos de extrema violencia que irrumpen en la vida cotidiana? ¿Qué podemos hacer frente a la pérdida de vidas humanas? ¿Por qué es importante recordar a las víctimas? ¿Cómo enfrentar las diversas formas de violencia que buscan quebrar los lazos sociales en una sociedad? ¿Qué importancia tiene la escuela en el abordaje de estas preguntas?
Familiares y sobrevivientes lucharon junto a gran parte de la sociedad por la memoria, la verdad y la justicia. Luego del atentado, convirtieron el predio donde estaba la embajada en la Plaza de la Memoria, que en 2007 el Congreso de la Nación declaró monumento histórico. Este espacio se creó con el objeto de transmitir a las generaciones futuras lo sucedido, pero también para invitar a pensar qué hacer como sociedad para que hechos como estos no se repitan.
Cada 17 de marzo, entonces, está plaza se convierte en un lugar para recordar a las víctimas y seguir reclamando justicia.
Carlos Susevich —padre de Liliana, una de las víctimas del atentado y principal querellante en la causa judicial— expresaba la gravedad del tema: «No quiero irme a la tumba sin saber lo que pasó». Ahora bien, Carlos falleció y el proceso judicial sigue aún sin resolverse. Sin embargo, la rememoración, ese proceso subjetivo y social que permite reelaborar experiencias dolorosas, nos sigue interpelando de manera colectiva y nos recuerda que la memoria, la verdad y la justicia no son consignas sino pilares de nuestra democracia.