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Sábado 15 de Marzo de 2025
25 agosto 2017 - 08:23
Peleo la independencia bajo las órdenes de Belgrano y San Martín.
Por Javier Tisera.
Juan José Olleros: Amigo de Dorrego. Peleo la independencia bajo las órdenes de Belgrano y San Martín. Participó en la campaña del sur de Chile, al mando del general Las Heras, participó en las acciones de la batalla del Cerro Gavilán, Concepción y en la toma de Talcahuano. También en Cancha Rayada y en Maipú. Por su accionar en esas campañas recibió varias condecoraciones.
Con motivo de un aniversario del fallecimiento del general San Martín se me encargó unas efemérides. Y en ese momento surgió la pregunta de la vinculación de la ciudad con la gesta emancipadora del Libertador y entre esas nubes de la historia apareció un nombre: Juan José Olleros. ¿El de la calle?, si el 9 de julio de 1948 se dio el nombre de Olleros a la entonces calle Santa Fe de nuestra ciudad. ¿Pero quién era este soldado?.
Nació en San Nicolás el 19 de octubre de 1794, en el hogar formado por Bartolomé Olleros y María Dorotea de Acevedo, hija del maestre de campo Pedro de Acevedo, nacido en Barcelona, poblador del pago de Los Arroyos el año 1728 y fallecido en San Nicolás, y de doña Paula Gómez Recio, hija del capitán Juan Gómez Recio y de doña Juana Romero de Pineda.
Hizo sus primeros estudios en San Nicolás para continuarlos en Buenos Aires, donde siguió la carrera de abogado sin llegar a graduarse, practicando en el estudio del doctor Vicente Anastasio Echeverría, que era su tío, de lucida actuación como armador del crucero “La Argentina” al mando del corso Juan Bautista Buchard.
Al formarse en 1813 el contingente de refuerzo para el Ejército Auxiliar del Perú, se incorporó al mismo con el grado de subteniente e inició la campaña formando parte del Batallón Nº 7 de infantería que comandaba el general Toribio Luzuriaga, a cuyo batallón acompañó en todas las acciones hasta después de la derrota de Sipe Sipe, obteniendo el ascenso a teniente primero.
A partir de Sipe- Sipe, el Ejército Auxiliar del Perú abandonó lo que habían sido los territorios más al norte del viejo virreinato y su retroceso lo llevó hasta la ciudad de Tucumán donde permaneció acantonado entre 1816 y 1819.5 Desde ese momento no volvió a comprometerse en ninguna acción ofensiva de largo alcance sobre el Alto Perú y restringió su teatro de operaciones al territorio controlado por el poder central. Esto no quiere decir que haya permanecido inactivo, todo lo contrario. En estos tres años, fracciones de este ejército actuaron en la frontera entre las actuales provincias de Córdoba y Santa Fe, en la ciudad de Santiago del Estero, en la ciudad de La Rioja, llegando en algunas ocasiones, a desplazarse hasta las inmediaciones de la provincia de Buenos Aires. En estas acciones claramente los adversarios ya no fueron las tropas del Rey, sino aquellos que desde el interior de las Provincias Unidas del Río de la Plata cuestionaban la forma en que eran conducidos los asuntos políticos tanto a nivel general como local.
A partir de 1816, esta fuerza se tornó fundamental en el sostenimiento de las autoridades designadas por el poder central en el interior de las Provincias Unidas. Como ha dicho Halperín Donghi, la nueva estrategia militar implementada a partir de 1816 al liberar al Ejército Auxiliar del Perú de su cometido en la guerra contra las fuerzas de Lima, le permitió desempeñar funciones de custodia del orden político interno. Manuel Belgrano fue el elegido para reconstruir la capacidad operativa del ejército en base a los recursos regionales a su alcance y conducirlo en esta nueva etapa. Una síntesis de los cambios operados podemos encontrarla en las memorias de José María Paz:
«…El ejército se conservaba estacionario en Tucumán, sin que se hablase siquiera de la probabilidad de abrir campaña en el Perú, ni aun podía decirse que su posición era defensiva, por cuanto estando cubierto por la extensa y belicosa provincia de Salta, era en ella que se estrellaban los esfuerzo impotentes de los españoles…»
En el cambio de escenario y de adversarios del Ejército Auxiliar del Perú es posible distinguir dos planos diferentes que influyeron a la hora de disponer sobre el futuro de esa fuerza. Por un lado, la decisión de las nuevas autoridades de implementar una estrategia militar diferente a la seguida hasta ese momento para enfrentar a los realistas. Por otro, el contexto de convulsión política hacia adentro de las Provincias Unidas al momento de la llegada de Pueyrredón al cargo de Director.
¿En que consistió este cambio de los planes militares? Básicamente, a partir de 1816, el poder central destinó todos los recursos materiales y hombres a su alcance para fortalecer al Ejército de los Andes que al mando de San Martín, tenía como objetivo cruzar la cordillera para atacar a las fuerzas realistas que controlaban la Capitanía General de Chile, para luego avanzar hacia el Virreinato del Perú por mar. Esta estrategia contemplaba abandonar los intentos por derrotar a las fuerzas de Lima a través del camino del Alto Perú. La decisión estaba sustentada en el análisis que había realizado San Martín sobre las dificultades que había encontrado ese ejército en las tres campañas anteriores para logar ventajas significativas en el plano militar. En el Alto Perú se decidió por una estrategia defensiva sustentada en las fuerzas de la Vanguardia del Ejército Auxiliar del Perú y en los modestos recursos que podía movilizar la provincia de Salta. La mayor parte de esta tropa se encontraba en esa provincia al mando de su Gobernador, Martín Güemes. Este oficial del ejército fue el comandante de la Vanguardia del Ejército Auxiliar desde 1814 y nominalmente reconoció la autoridad de Manuel Belgrano como General en Jefe y de las autoridades instaladas en la capital de las Provincias Unidas del Río de la Plata aunque tuvo un grado importante de autonomía en la toma de decisiones.
A partir de este momento el Ejército Auxiliar del Perú quedó formalmente desdoblado en dos ya que los cuerpos veteranos entre los que se encontraba el teniente Juan José Olleros, el núcleo duro de este ejército que había sido derrotado en Sipe- Sipe, tuvo a Tucumán como base permanente mientras la Vanguardia se estacionó en Salta. En algún punto, no es de extrañar que Pueyrredón se inclinara por la propuesta de San Martín. Tras la última campaña en el Alto Perú la capacidad operativa del Ejército Auxiliar había quedado comprometida producto de las grandes bajas sufridas, el gran número de desertores, la pérdida de material bélico y sobre todo porque la instrucción y la disciplina se habían relajado con la conducción de Rondeau. Cualquier tipo de acción ofensiva en estas condiciones no hubiera sido posible. No obstante, este ejército siguió teniendo un rol importante para los intereses políticos del Directorio y en esto el contexto político y la evaluación militar de San Martín fueron de vital importancia.
La reunión de un Congreso General Constituyente fue un paso importante para lograr cierta cohesión entre las distintas provincias que conformaban las Provincias Unidas del Río de la Plata, pero la realidad es que, en sí misma, la decisión de impulsar su reunión en Tucumán no bastó para que las disputas y diferencias quedaran completamente a un costado. Con esto, no sólo nos referimos a la ausencia de los representantes de las provincias del Litoral sino también, a que mientras éste sesionaba, se comenzaron a experimentar una serie de movimientos e intentos de rebeliones contra las autoridades constituidas en algunas de las provincias que participaban del Congreso. En la mayoría de estas situaciones el Ejército Auxiliar del Perú participó activamente a través del envío de oficiales para que actuaran como mediadores e incluso con tropas para intervenir militarmente.
Formando siempre en el Batallón Nº 7 de Infantería se incorporó al Ejército de los Andes, que San Martín organizaba en Mendoza, e hizo la campaña de Chile. Batallón N° 7 de Infantería estaba al mando del teniente coronel Pedro Conde, siendo sargento mayor Cirilo Correa. Olleros junto a 30 oficiales de la Infantería, tomó parte en todas las acciones de guerra, y mereciendo, entre otros premios, la medalla de plata de Chacabuco y la incorporación a la Legión del Mérito de Chile. Hay que decir que esta unidad de infantería se creó el 21 de noviembre de 1810 con el título de Regimiento de Cochabamba.N°7. Fue incorporado al Ejército del Alto Perú e intervino en la batalla de Huaqui (20 de junio de 1811). Después de esta derrota, todo el ejército entró en etapa de desintegración de las fuerzas que lo componían, entre ellas el batallón Nº 7.
El 31 de mayo de 1813, se aprueba la creación de un batallón de negros esclavos con el Nº 7. Su organización es encargada al comandante Toribio de Luzuriaga. En ese momento se incorpora Juan José Olleros como subteniente.
Este Regimiento, llamado también «de libertos», integra las fuerzas que envía el gobierno al mando de San Martín para reforzar a Belgrano. Hizo la campaña al Alto Perú participando en Sipe-Sipe. Después de esta derrota desaparece, no figura entre los cuerpos del Ejército del Norte.
Muchos de los veteranos se incorporan al Ejército de los Andes. En diciembre 1816, San Martín subdividió el Regimiento Nº 8 en dos batallones, conservando el primero su número mientras que al segundo se le asignó el Nº 7, manteniéndose como su jefe al teniente coronel Pedro Conde secundado por el sargento mayor Cirilo Correa.
Terminada esta campaña con el grado de capitán, pidió su retiro para regresar a Buenos Aires, contrayendo antes matrimonio con doña Concepción Fuentes, dama chilena, en la catedral de Santiago. Fue su padrino, su amigo José Antonio Melián, en ese entonces comandante de uno de los escuadrones del Regimiento de Granaderos a Caballo, después coronel.
Olleros amigo personal del coronel Dorrego, cuya política apoyó, fue incorporado nuevamente al ejército como sargento mayor de caballería de línea el 1º de noviembre de 1828, realizando diferentes campañas en las provincias de Buenos Aires y córdoba, hasta que el 24 de noviembre de 1834 fue dado de baja, graduado ya de teniente coronel.
Este retiro determinado por razones políticas, dado que pertenecía a la fracción de los federales llamados “lomos negros”, hizo que permaneciera retirado de la actividad militar, residiendo en Buenos Aires y San Nicolás, alternativamente, trabajando como abogado, hasta que en el año 1839, se manifestó en contra del gobernador Rosas, emigró a Montevideo de donde pasó a incorporarse al primer ejército unitario, al mando de Lavalle, del cual se retiró después de la batalla de Sauce Grande, junto con otros jefes y de acuerdo con lo convenido entre Lavalle y Paz.
Enseguida se incorporó al ejército de reserva de Paz, quien le encomendó la organización del Batallón Cazadores de la Libertad, que tan eminentes servicios prestó en la campaña de Corrientes.
Posteriormente, debido a desinteligencias con Paz, se retiró del ejército de reserva y bajó a Montevideo en cuya defensa prestó servicios hasta mayo de 1846, en que regresó al país, aprovechando la amnistía, y se radicó en San Nicolás, donde trabajó como abogado hasta 1850, en que el general Mansilla, jefe militar del punto, lo mandó a Buenos Aires en calidad de preso por razones políticas.
Estando en Buenos Aires con la ciudad por cárcel, retirado de la actividad militar, tan pronto como llegaron las primeras noticias de la batalla de Caseros concurrió al levantamiento de la población, abriendo la puerta de la cárcel a los presos políticos.
El coronel Olleros se retiró del ejército activo, pasando al cuerpo de inválidos, por haber sido herido en la batalla de Yatay, el 17 de agosto de 1857, y el día 25 se suicidó en Buenos Aires. Murió –dice el diario “El Nacional”– como mueren aquellos hombres que nos dieron patria y libertad: pobre, dejando en la orfandad a su numerosa familia y necesitando que el gobierno tome a su cargo los restos mortales, cubriendo los gastos de sepultura…
Fueron descendientes de Juan José Olleros, nacidos en San Nicolás, Juan José, segundo jefe del batallón “San Nicolás” en la guerra del Paraguay; Manuela, casada con el coronel Patricio G. Ochoa, guerrero que actuó en Ituzaingó, y Mariano Ladislao, periodista y literato.
Una calle en la Capital Federal lleva su nombre, recorre más de dos kilómetros de ciudad; comienza en el Cementerio de la Chacarita y se extiende hasta avenida el Libertador.