Porque nada queda oculto
Miercoles 18 de Diciembre de 2024
9 diciembre 2024 - 06:53
En el campo de batalla, desde el inicio de las operaciones, los patriotas desbarataron los planes del ejército realista
Antes de la batalla de Ayacucho, a finales de 1824, no era indefectible una victoria patriota. El reino español había enviado numerosos refuerzos, varios buques que habían vuelto a dominar las costas del Pacífico y habían tomado el puerto de El Callao, a la entrada de Lima. A finales de octubre, Simón Bolívar, entonces Dictador del Perú, y su gran aliado José Antonio de Sucre, se debatían sobrea cómo resistir los embates realistas, cuyas tropas buscaban cortar los caminos de los patriotas y disponerlos a combatir.
Luego de algunos pocos encontronazos, las filas comandadas por el mariscal Sucre llegaron el 9 de diciembre a la pampa de Ayacucho, al sur del Perú, donde se detuvieron y tomaron posiciones. Eran unos seis mil hombres, los que esperaban hacer frente a unos diez mil, comandados por el virrey del Perú, José de la Serna, que componían el último ejército realista en América del Sur.
En el campo de batalla, desde el inicio de las operaciones, los patriotas desbarataron los planes del ejército realista. Pasado el mediodía, el virrey había caído prisionero y la bandera de Colombia flameaba sobre las faldas del cerro Condorkanqui. La acción había terminado y la independencia de América del Sur quedaba asegurada. En el campo de batalla quedaron 1.400 realistas y 309 patriotas muertos.
Al conocerse el rumbo de la batalla, las guarniciones realistas que quedaban en el territorio entregaron sus armas y sólo una, en El Callao, debió ser abatida, tiempo después. La victoria de Ayacucho fue el éxito del “plan sanmartiniano”.
Fuente: Eduardo L. Colombres Mármol, La batalla de Ayacucho en la gestación de la Patria Grande, Universidad de Buenos Aires, 1974, págs. 12-28.